lunes, 22 de junio de 2020

Smoke (o el desaparecido arte de fumar)

Barrios hay muchos. Se puede ser un hombre con esquina tanto en el cruce de dos calles como en un parque o quizá una tienda. En la película Smoke, ocurre que hay una tienda en una esquina frecuentada por quienes han convertido el acto de fumar en un modo más de estar vivos. La tabaquería de Auggie Wren es su barrio. Allí  discuten de política, béisbol, negocios o de la vida de los otros. Un escritor que acude frecuentemente por su dosis de nicotina es también un buen candidato para hablar de él, más si está regresando de lado más agudo del sufrimiento.

Casi todos los personajes de Smoke, además de respirar, padecer y hacer, fuman para acompañar sus más diversos momentos, entre otros, aquellos en que se hacen humanos y se encuentran a sí mismos por la vía del dolor. Quienes hayan prendido un cigarrillo luego de sufrir una situación límite lo saben.

La película también es una aproximación a las aristas más afiladas de la paternidad, aquellas que nunca tuvieron su momento Kodak. Sin embargo, más nos vale aceptar que todos provenimos de una mujer o un hombre que por defecto o exceso nos hicieron quienes somos. Es algo que deberemos hacer si queremos convertirnos algún día en nosotros mismos.

Smoke es además una inteligente y sutil exploración acerca del azar como fuerza conductora y ordenadora de nuestras vidas. Asociado comúnmente a la buena o mala fortuna, a la lotería o a ser víctima de una desgracia, eso que llamamos suerte en realidad es más influyente y decisivo de lo que estaríamos dispuestos a creer. Todo aquello que no dependa de nuestra voluntad ni de la de los otros es un abismal espacio ocupado por nuestras rutinas, las leyes de los numerosos sistemas que nos gobiernan y el imperio del azar.

Y es finalmente de la voluntad de lo que trata Smoke, de todo aquello que ocurre por que nosotros hacemos que suceda. Eso no es una novedad. Si vemos una película es porque esperamos que pasen cosas para que emerja el milagro del sentido de la experiencia humana. Pero si además asistimos a los dramas de personas que solo pueden completar sus vidas junto a las de los otros y están dispuestos a hacer algo por ellos a un precio razonable, tendremos buenos motivos para ver Smoke, seguir yendo al cine y continuar con nuestros asuntos.

Así un buen día Rosa Rosa, Juan Pablo y yo decidimos crear algo llamado “Arjé” vinculado a varios proyectos, uno de ellos Arjé CineClub. Fuimos y vinimos, coordinamos, avanzamos y retrocedimos, hasta que Caro Lina, nuestra hermosa Popina, antes mi alumna y ahora fiel compinche de Rosa, además de intensa cinéfila, dio el puntillazo final al proyecto que terminó por estar maduro. Fue así que vi y comenté Smoke; fue de esa manera que empezó un proyecto entregado a la pasión de ver cine acompañado y darse el gusto de comentar al final ese artefacto narrativo que nos emocionó y convenció de que si nos lo proponemos haremos algo valioso con nuestro tiempo sobre la Tierra.

Recuerdo que cuando Julio Ramón Ribeyro publicó su relato “Solo para fumadores” coincidí con todos los que lo disfrutamos en que si tenías algún vicio antes de leerlo muy probablemente persistirías en él. A estas alturas, Smoke no conseguirá lo mismo, pero nos hará saber que los primeros americanos un día hicimos un canuto con unas hojas y lo prendimos, primero para aderezar un ritual, después simplemente por adicción, pero en medio, en algún momento, estuvo el desaparecido y complejo arte de fumar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario