lunes, 22 de junio de 2020

A favor de buscar pareja en webs de citas

Nada es lo que fue, al tiempo que lo porvenir anida desde siempre en lo que somos. En los extremos de esa paradoja estamos obligados a habitar desde el inicio de todo, que me gusta ubicar en el momento en que bajamos del árbol; ese instante en el que ya se había empezado a derretir el hielo polar de un mundo rabiosamente tecnológico que con el correr de los miles de años por delante iba a llamarse Tierra, planeta Tierra.  Si ayuntarnos para reproducirnos (sí, para eso; todos los rituales del sexo y el erotismo empacados en lencería de Victoria’s Secret no son más que trucos de la naturaleza para perpetuarse) sigue siendo básicamente lo mismo, ¿por qué habrían de ser —en el fondo— distintos los modos de eso que llamamos amor?  Al amor cortés, invento de los poetas provenzales del siglo XI que hablaban occitano al sur de Francia, le bastaba con la intensa poesía del deseo y el sometimiento a la dueña (de donde viene nuestra “doña) para darse por logrado. No pedía más. Nada más distante del estribillo orogenital que enlaza al cangry con la chica candy mientras haya más gasolina. Sin embargo, el amor y el sexo son bastante más que esos extremos. Lo saben la explosión demográfica y la obstinada convivencia entre hombres y mujeres a despecho de la ostentación fálica del reggaetón.  Cuando alguien se propone buscar una pareja por la vía electrónica estamos ante la procura de los mismos fines por medios distintos, y eso ya no hay quién lo pare. No importa lo que creamos que perdimos, habremos ganado a cambio otras cosas, y más nos vale cogernos de eso para no caer en las trampas de la nostalgia del “las cosas ya no son como antes” o “jaranas, las de mi tiempo”.  Sin embargo, hay un proceso en marcha, inquietante a la par que subyugante: lo electrónico está convirtiéndose de simple medio en un fin en sí mismo; es decir, puede que esté cambiando la naturaleza de aquellos contenidos que creíamos seña exclusiva de nuestra identidad.  Serán entonces bienvenidos los tiempos del amor electrónico, que acabará por fuerza en el sexo, como ahora, como siempre, pero esa vía, la electrónica, es decir, su monitor, la fibra óptica y los bytes por segundo habrán creado una nueva forma de interrelacionamiento que quizá nos conduzca a otro modo de ser humanos, en el que multiplicaremos los contactos y las experiencias, aunque a cambio de distraer y diluir esa materia elusiva y dispersa que llamamos yo, que recuperaremos en la próxima piel a la que la música de clics que habla nuestra diestra nos conduzca. 

Publicado en Soho 09/16


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