miércoles, 15 de julio de 2020

Todos son días de Carnaval

Carnaval es una historia que transcurre en una ciudad que ya no existe, donde una inocente pandilla de muchachos —más bien un íntimo barrio— pasa sus días entregada a los rituales de una niñez que tuvo lugar en los años setenta; tiempos que no volverán, excepto para quienes se adentren en sus páginas.

Pero Carnaval trae otra narración dentro, que Matilde deshila con paciencia y añoranza para los chicos de la calle Del Coronel. El cuento es bueno, pero mayor es el interés de su auditorio por conocer más del dueño de la quinta, Rasvan Comaniescu, apellido venido del otro lado del mundo, quizá Transilvania, como su apellido y el nombre de su negocio, que así lo anuncia: Funeraria Dunarea. Entre el principio y el fin de esta velada historia de amor están los infantiles afanes por celebrar una inolvidable fiesta de carnaval.

En este, su tercer libro, Rosa Carrasco ejecuta nuevamente con pericia su prosa de ritmo ágil y acompasado, dibujando escena a escena, como si sus lectores fuéramos testigos oculares de lo que ocurre en una hermosa quinta donde solo basta ser niño y abrigar buenas intenciones para conocer ese esquivo bien llamado felicidad.

Antes, en Yaxes, nuestra autora derrochó exuberante imaginación para someter a su personaje —su álter ego Rosita— a una dura prueba que nos mantuvo a sus lectores en vilo; porque con el honor no se juega, menos con el de los niños. Queda también para el recuerdo el astuto Alonso, un sapo compasivo que habitaba “más allá del gran arbusto”, título con el que Yaxes fue premiado como obra ganadora de la II Bienal de Cuento Infantil ICPNA 2006. Desde entonces se han multiplicado varias veces sus reimpresiones. 

Después vino Goma de mascar, otra dura prueba para sus protagonistas, la talentosa Liza y Blanca, su fiel y protectora hermana. Descubrimos así que agazapadas en cada recodo del camino aguardan pruebas que deberemos sobrepasar para que tal aprendizaje ofrezca alguna garantía de que en adelante evitaremos el dolor y realizaremos lo mejor de nosotros mientras nos quede aliento. Pensar que todo puede empezar con mascar un chicle. Lo demás será azar, valentía y buena fortuna.

Son tres libros la obra publicada de Rosa Carrasco; muy distintos, pero conducidos con el mismo pulso diestro y montaje eficaz aprendido del cine, como en más de una ocasión ha revelado nuestra autora. Sin embargo, toda obra que se precie de serlo debe ofrecer algo más en la próxima entrega. Carnaval cumple con creces esa condición. Así, Rosita comprende que ser la mejor jugando yaxes la ha puesto en un lío —la pobre no sabe que la cosa recién empieza—; Liza y Blanca están metidas en menudo asunto solo por buscar el placer sin escalas en el azúcar de las golosinas; entretanto, los trabajos y los días de los chicos de la calle Del Coronel los conducirán a tiempos tan lejanos que es como si nunca hubieran sucedido, tan remotos como el carnaval de 1939; pero ahí estuvo Matilde para conducirlos en el hermoso alumbramiento de su sensibilidad.

Un detalle no menor de Carnaval es la comida, aunque sería mejor decir gastronomía. La pequeña Orietta —personaje señero de esta adorable ficción tan cercana a lo real— es quien tuvo la secreta intuición de que el corazón de Rasvan Comaniescu tenía que ser asaltado por el estómago. Nada más prosaico. No lo es. Lo sabe Rosa Carrasco, que ha añadido un luminoso planeta a su obra, ya galaxia, pero amenaza ser constelación. Solo es cuestión de que la leamos.